Vamos a viajar a través del tiempo ,hasta el 6 de mayo de 1884, en esa fecha José Ramón Melida leyó una conferencia sobre "La religión egipcia " en el Ateneo literario y artístico de Madrid
Basta una ojeada en los libros ó en los Museos sobre los monumentos y reliquias
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Basta una ojeada en los libros ó en los Museos sobre los monumentos y reliquias
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de la civilización egipcia, para observar la cuantiosa abundancia de imágenes sagradas y
de sus atributos ó emblemas. Por eso ha dicho el más perspicaz de los egiptólogos
franceses, M. Maspero, que el Egipto parece como si hubiese estado poblado
«principalmente por dioses y tantos hombres justos como eran menester para las
necesidades del culto.» Pero al fin, las representaciones frecuentes de los dioses no
significarían sino que el Egipto era un pueblo muy piadoso. Hay algo más. Si
representaban un Faraón, cuando no era en la imagen antropomórfica de la esfinge,
cuyo simbolismo no es tan material como se cree, según he de probar más adelante, le
coronaban á menudo con la doble diadema, característica de algunas divinidades, y le
ponían, además de otros atributos sagrados que no he de enumerar ahora, el uræus ó
serpiente simbólica encima de la frente y en los extremos del mandil real. Para
caracterizar un Príncipe, poníanle al costado izquierdo de la cabeza la trenza de pelo que
lleva Horus, como emblema de la juventud ó generación nueva que ha de suceder á su
antecesora. Como se representara una mujer joven y hermosa, la adornaban á menudo
con la bella flor del loto, símbolo material de la constante renovación de la Naturaleza.
Y si nos fijamos en la ornamentación de los monumentos, esa misma flor del loto da
forma y carácter distintivo al capitel, y exorna frisos y columnas, en tanto que los uræus
simbólicos adornan las cornisas, y el buitre sagrado ó el disco solar extienden sus alas
sobre los dinteles de las puertas ó sobre las escocias de las habitaciones. Todo esto sin
mencionar las figuras jeroglíficas que cubren los muros de las construcciones egipcias
de emblemas religiosos, cuando no de plegarias repetidísimas. No sólo en la
arquitectura, en joyas, objetos de uso, muebles, telas, en cuanto se conserva y se conoce
del Egipto, no ya de carácter religioso ó funerario, lo cual constituye una segunda parte
de la religión egipcia, sino en lo de carácter histórico y civil, el emblema, la invocación,
la idea de Dios expresada simbólica ó gráficamente, está en todo, y descuella como
señora absoluta de aquella civilización
Por esto Herodoto declara con asombro, y hasta con veneración supersticiosa,
que el Egipto era el país más religioso del mundo
de sus atributos ó emblemas. Por eso ha dicho el más perspicaz de los egiptólogos
franceses, M. Maspero, que el Egipto parece como si hubiese estado poblado
«principalmente por dioses y tantos hombres justos como eran menester para las
necesidades del culto.» Pero al fin, las representaciones frecuentes de los dioses no
significarían sino que el Egipto era un pueblo muy piadoso. Hay algo más. Si
representaban un Faraón, cuando no era en la imagen antropomórfica de la esfinge,
cuyo simbolismo no es tan material como se cree, según he de probar más adelante, le
coronaban á menudo con la doble diadema, característica de algunas divinidades, y le
ponían, además de otros atributos sagrados que no he de enumerar ahora, el uræus ó
serpiente simbólica encima de la frente y en los extremos del mandil real. Para
caracterizar un Príncipe, poníanle al costado izquierdo de la cabeza la trenza de pelo que
lleva Horus, como emblema de la juventud ó generación nueva que ha de suceder á su
antecesora. Como se representara una mujer joven y hermosa, la adornaban á menudo
con la bella flor del loto, símbolo material de la constante renovación de la Naturaleza.
Y si nos fijamos en la ornamentación de los monumentos, esa misma flor del loto da
forma y carácter distintivo al capitel, y exorna frisos y columnas, en tanto que los uræus
simbólicos adornan las cornisas, y el buitre sagrado ó el disco solar extienden sus alas
sobre los dinteles de las puertas ó sobre las escocias de las habitaciones. Todo esto sin
mencionar las figuras jeroglíficas que cubren los muros de las construcciones egipcias
de emblemas religiosos, cuando no de plegarias repetidísimas. No sólo en la
arquitectura, en joyas, objetos de uso, muebles, telas, en cuanto se conserva y se conoce
del Egipto, no ya de carácter religioso ó funerario, lo cual constituye una segunda parte
de la religión egipcia, sino en lo de carácter histórico y civil, el emblema, la invocación,
la idea de Dios expresada simbólica ó gráficamente, está en todo, y descuella como
señora absoluta de aquella civilización
Por esto Herodoto declara con asombro, y hasta con veneración supersticiosa,
que el Egipto era el país más religioso del mundo
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