La primera historia de Egipto fue escrita en griego por el sacerdote egipcio Manetón hacia 280 a.C. por encargo del soberano Ptolomeo II. De ella no conservamos más que fragmentos transmitidos por otros autores -como el aquí seleccionado, transmitido por Flavio Josefo-, que la han reducido fundamentalmente a una lista de reyes agrupados por dinastías. Precisamente de Manetón procede la tradicional distribución de los faraones en treinta dinastías, desde Menes hasta la conquista de Egipto por Artajerjes III en 343 a.C. Sin embargo, aquéllas no deben ser entendidas en el sentido moderno de la palabra: a menudo sucesiones regulares de soberanos dentro de una misma familia se reparten entre varias dinastías; otras veces una misma dinastía reúne a soberanos entre los que no existe ningún parentesco; y a menudo diferentes dinastías gobiernan simultáneamente en áreas diversas del territorio egipcio.
Nacido en el seno de una familia aristocrática descendiente de los Asmoneos, el historiador judío Flavio Josefo (37/38-97/100 d.C.) participó en la rebelión de su país contra los romanos (años 66-70), pero, capturado en el año 67, se convirtió en protegido de Vespasiano al profetizar su ascenso al trono. Obtuvo la ciudadanía romana y se estableció definitivamente en Roma, donde se dedicó a la redacción de sus obras históricas: los siete libros de La Guerra de los judíos -escrita originalmente en arameo y traducida al griego en 75 por el propio autor-, que alcanzan desde la sublevación de los Macabeos hasta el fin de la rebelión judía contra Roma (167 a.C.-74 d.C.); las Antigüedades de los judíos, una historia de su pueblo desde la Creación hasta 66 d.C.; Contra Apión, donde sitúa a los judíos al mismo nivel que griegos y romanos y los presenta como una de las civilizaciones más antiguas del mundo; y su Autobiografía. (Pilar Rivero-Julián Pelegrín).
Este Manetón, en el segundo libro de la Historia de Egipto escribe sobre nosotros lo siguiente. Citaré sus propias palabras como si le presentara a él mismo como testigo: «Tutimeo. En su reinado, no sé cómo, se hizo sentir contra nosotros la cólera divina y, de improviso, desde el Oriente unos hombres de raza desconocida tuvieron la audacia de invadir nuestro país y, fácilmente y sin combate, se adueñaron de él por la fuerza. Hicieron prisioneros a sus gobernantes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron con gran crueldad a todos los naturales del país, matando a unos y esclavizando a las mujeres e hijos de otros. Finalmente, hicieron rey a uno de los suyos, llamado Salitis. Este se estableció en Menfis, imponiendo tributos en el Alto y en el Bajo Egipto, y dejó guarniciones en los lugares más apropiados. Fortificó especialmente la región del Este, previendo que los asirios se harían un día más fuertes y atacarían por allí, deseosos de su reino. Como en el nomo de Setroitahubiera encontrado una ciudad muy adecuada, situada al este del río Bubastites, llamada, según una antigua tradición teológica, Avaris, la reconstruyó y la fortificó con murallas; estableciendo en ella además un ejército de doscientos cuarenta mil soldados para su protección. Acudía allí en verano para medir el trigo y pagar la soldada y también para ejercitar a los soldados cuidadosamente con maniobras con el fin de inspirar respeto a los extranjeros. Tras un reinado de diecinueve años, murió. Después de él, otro rey llamado Bnón ocupó el trono durante cuarenta y cuatro años. El sucesor de éste, Apacnás, reinó treinta y seis años y siete meses; a continuación, Apofis, sesenta y un años, y Annas, cincuenta años y un mes. Después de éstos, Asis, cuarenta y nueve años y dos meses. Estos fueron sus seis primeros príncipes, cuya mayor ambición fue destruir Egipto hasta la raíz. A este pueblo, en su totalidad, se le daba el nombre de hicsos, es decir, 'reyes pastores', pues en la lengua sagrada hic significa 'rey'y sos es 'pastor' o 'pastores' en la lengua vulgar; y reuniéndolo así se forma 'hicsos'».
Flavio Josefo, Contra Apión, I 14, 74-82, traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.
Flavio Josefo, Contra Apión, I 14, 74-82, traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.
No hay comentarios:
Publicar un comentario